Thursday, March 2, 2017

Garbanzos verdes


Esta no es una receta, es una travesura. Nunca olvidaré mis veranos en mi pueblo natal, San Pedro de Gaíllos, en Segovia, España.

Como soy hija única me fascinaba pasar los veranos allí con mis abuelos, tíos y primos. Durante el año escolar en Madrid, donde me crié, no podía culpar a nadie si hacía algo vedado, pero en el pueblo era otra cosa. Por eso me encantaba las vacaciones allí.
¿Habéis probado alguna vez garbanzos verdes? ¡Son deliciosos! Por las noches, después de cenar, mis primos y yo andábamos carretera arriba, a la Cuesta de los Morales, y nos adentrábamos en los verdes garbanzales para comer garbanzos verdes. Era nuestro postre. Qué bien ‘sabía’ arrancar matas, desvainar los garbanzos y comerlos. Son como los guisantes pero mejores. Un poquito duros, pero no mucho; un poquito dulces, pero no mucho, son perfectos.
Como éramos todos cómplices siempre creíamos, sobre todo yo, que podíamos culparnos unos a otros. Pues no, no era así. Los garbanzos verdes se abonaban con salitre, lo que causaba un gran problema. Nuestros mayores siempre sabían que andábamos a garbanzos pues todas nuestras ropas y alpargatas presentaban unas manchas que eran muy difíciles de quitar, incluso con continuos lavados. ¡Y lo peor era que yo no podía culpar a nadie: mi ropa también estaba manchada! Aún me acuerdo de un lindo vestido--que me había hecho mi tía modista--que volvió a Madrid con las dichosas manchas que nunca se pudieron quitar.
A pesar de las manchas nunca nos castigaban pues todos los chicos del pueblo comían garbanzos verdes y hubiera sido muy difícil castigarlos ya que ayudaban, mucho o poco dependiendo de su  edad, en las labores agrícolas.
Si tenéis alguna vez la ocasión de comer garbanzos verdes no la desperdiciéis: son deliciosos.   Aunque la gente dice que dan dolor de barriga, ¡nosotros nunca lo tuvimos!  

 ¡Buen provecho!
Gilberta H. Turner

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