Tuesday, November 20, 2018

Habas y más habas

En esos tiempos, cuando los alimentos que se consumían dependían de la temporada, varios eran los que se esperaban con anticipación y se celebraba su llegada a las verdulerías y pescaderías. Entre éstos en mi casa producían especial contento las habas, que eran preferidas de mi padre.

Fue el entusiasmo que él ponía al comerlas los que nos llevó a dejar de lado su aspecto guerrero de pedruscos verde militar y probar una, mordida recelosamente de la punta de su tenedor tendido en ofrecimiento dudoso. Probarla y compartir el deleite paterno fue una sorpresa instantánea que nos llevó a esperar cada temporada las habas nuevas y su preparación en las dos formas predilectas de nuestra mesa: frías, en ensalada y calientes en guiso.

La ensalada se prepara con las habas previamente cocidas en agua hirviendo y enfriadas. Se les agrega un poco de cebolla picada en cuadritos pequeños, perejil picado, aceite de oliva, unas gotas de limón y la sal y pimienta que se quiera. Prepararla no toma sino unos minutos.

Un poco más elaborado es el guiso, para el cual se requiere los siguientes ingredientes:  

Aceite de oliva
3 tiras de tocino
1 taza de chorizo
1 cebolla 
Medio pimiento rojo 
2 a 3 dientes de ajo
Media taza de vino blanco
2 cucharadas de salsa de tomate
6 tazas de habas cocidas
Sal y pimienta, optativas

La preparación no tiene nada de complicado:
En aceite de oliva se sofríen el tocino, el chorizo, la cebolla, el pimento y los ajos picados en cuadritos. Cuando la cebolla comienza a verse transparente se añaden las dos cucharadas de salsa de tomate y la media taza de vino blanco. Se sazona a gusto, se le añade un poco de agua si parece necesario. A los diez minutos el guiso está listo. Se lo sirve con una papa cocida de acompañamiento.


Tuesday, October 16, 2018

Berenjenas














Era una delicia preferida en la mesa de la abuela catalana
—un misterio de sorpresas para los que la visitábamos de cuando en cuando— la fuente con berenjenas y pimentones en aceite, su escalivada, que compartía la mesa con las fuentes de escabeche de pejerrey o perdiz, un pocillo de aioli o aceitunas, las jarras de vino y la panera.

Desde entonces el sabor de la berenjena tiene una profundidad que va más allá de los sentidos y constituye un alimento fundamental que acompaña a todo.

Los ingredientes son:
Berenjenas y pimentones en número igual; con uno de cada uno se obtiene bastante cantidad, al punto de poder guardar la escalivada en el refrigerador por varios.
Aceite.
Se puede usar sal, pero parece innecesaria.

La preparación es bastante rápida. Se pone a la llama las berenjenas y los pimentones y se los gira varias veces para que se les vaya quemando la piel a todo alrededor. Una vez que la piel esté casi chamuscada, y para no quemarse las manos, se envuelve individualmente en una bolsa de plástico cada una de las berenjenas y pimentones y se les quita la piel frotándolos.

Una vez pelados se los corta a lo largo en tajadas más o menos gruesas, como se prefiera; se los pone en una fuente honda y se les agrega bastante aceite de oliva para que queden bien cubiertos.

Se los puede comer inmediatamente o cuando estén fríos. Acompañan estupendamente a las carnes y los pescados, pero son excelentes con un buen pedazo de pan.

El aceite que queda se lo puede usar para sazonar otras verduras cocidas, ensaladas y guisos. Preferible es, por cierto, untar el pan en el fondo de la fuente vacía y regustar hasta el último momento los sabores combinados de la berenjena, el pimentón en el aceite.




Sunday, May 13, 2018

Un evocador chancho en piedra

Nostalgia variada y multicolor es el recuerdo de las diversas salsas de la mesa familiar. Salsas rojas de tomate; verdes de diversas verduras; blancas de harina, maicena o chuño; amarillas de curry, y el infaltable pebre de antigua tradición catalana

De las salsa crudas y frías, especial nostalgia suscita la que en Chile se conoce típicamente con el un tanto surrealista nombre de "chancho en piedra" o, como le decíamos en casa, tal vez por una excesiva manifestación de aprecio gastronómico marcado por el diminutivo, "chanchito en piedra".

Nada tiene esta salsa de cerdo, o chancho. Le viene este mote de una deformación de un término quechua que nombra el acto de moler y le dice chancar*. Y lo de "piedra" le viene de su preparación en un mortero.



En casa este mortero era un peñasco de piedra rubia lindamente labrado en tiempos muy anteriores, probablemente prehispánimos, para el molido a mano del maíz. Monumento de arqueología culinaria y tesoro familiar, tal mortero tenía su sitial de preferencia en el patio, no muy lejos del fogón donde se preparaba con tiempo, experiencia y parsimonia las brasas de aromático carbón de espino en las que se asaba la carne a la que tan bien acompañaría, una vez dorada y servida a la mesa, el chanchito en piedra preparado en cuclillas y reverente inclinación sobre la roca hecha mortero.

Compuesta de los más simples y sabrosos ingredientes--tomate (de preferencia de Limache y  madurados en la mata), ajo, ají, sal y aceite--se prepara esta salsa "chancando" en la piedra el ajo y el ají, desvenado y sin pepas, con sal y unas gotas de aceite hasta formar una pasta aromática a la que se le añade tomate picado. Se mezcla bien, pasta y tomate, machacando en parte el tomate al combinarlo con los otros ingredientes. Se añade un poco de aceite para darle consistencia un tanto líquida. La proporción de los ingredientes queda al gusto y preferencia de quien la prepara y de los que van a gozar la salsa como acompañamiento de la carne o empapada en unos tibios trozos de pan recién sacado del horno o del rescoldo.

La memoria inolvidable y la nostalgia no se refieren tanto al sabor y el aroma del "chancho en piedra"--que son, sin duda, inolvidables--sino más bien al hecho de que se me hubiera dado la responsabilidad de prepararlo. No tendría yo todavía los once años cuando mi padre me pidió que fuera yo el que, habiéndolo observado tantas veces antes prepararlo, le probara mis heredados talentos culinarios.

Así fue cómo, cumpliendo--de rodillas e inclinado sacramentalmente sobre la piedra de moler--el ancestral ritual de romper, combinándolos, el aroma del ajo y el ají, me inicié en el arte de preparar con las propias manos y poseído de pasión culinaria los alimentos que se han de comer en el incomparable banquete cotidiano.

Mi "chanchito en piedra" recibió la aprobación de todos y mi total entrega a su embrujo de salsa perfecta.






*Triturar o moler, del quechua chamkhay. De una deformación de este término viene el "chancho" inusitado del nombre "chancho en piedra".