Mi padre, Sergio Felipe, gozó de la
vida, a su manera, como lo hacemos todos.
Gran
lector, tuvimos gracias a él una excelente y elegante biblioteca en casa.
Entrar en ella era ingresar a un templo decorado con libros de todos los
formatos, tamaños y contenidos: un mundo para curiosear, aprender y aventurar
cada vez que los ojos leían los títulos y los autores en el lomo de tanto
libro--la cabeza inclinada de lado, a veces a la derecha, a veces a la
izquierda, ya que no todos los libros tenían los lomos con la información en la
misma ldirección--hasta que le mente le daba la orden silenciosa a la mano de
seleccionar un libro con pausa y respeto.
Había
libros de ensayos y novelas, libros de poemas, de teatro y de exploraciones
espirituales. Recuerdo uno sobre sufismo, otro sobre San Agustín, uno de Tagore
y sus poemas, de Buda, de los grandes rusos, Dostoyevsky, Chekov. Y estaban los
de los poetas y novelistas chilenos: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor
Parra, Enrique Lafourcade, Manuel Rojas, Marcela Serrano, Marta Brunet, José
Donoso, y Jorge Edwards (todos pre-Isabel Allende).
Hijo
de la pintora Dora Puelma y casado con la pintora Sara Puelma, prima hermana
suya por el lado Puelma, mi padre amaba el arte, sobretodo el teatro. De joven
había participado en radionovelas. Me llevó a grades producciones teatrales.
Tenía yo once años cuando fuimos a una producción completa de Carmina Burana, con el Ballet Nacional, la Sinfónica y coros de adultos y niños
bajo la genial coreografía de Ernest Uthoff.
Mi
padre amaba también los asados. Tenía buena mano para mantener el fuego a
punto, adobar como se debe los pollos y las carnes, y trabajarlo todo con
dedicación amorosa, ensalzada por el buen vaso de vino tinto, nunca
vacío.
Era
un artífice de la parrilla, sus asados eran un prodigio.
Mi hijo Sergio Hernán conoció a su abuelo de niño y es mucho como él: gran lector, amante del arte en todas sus formas, con cursos de teatro e incluso una audiencia de actuación en The Julliard School of Dance, Drama and Music en Nueva York. Vive en Miami, donde la luz, el sol y el calor lo han moldeado en un personaje maravilloso, con mente con chispa, colores, y múltiples ideas (Me ha regalado un bello libro de poesías de la nueva generación de poetas y publicistas de Miami). Gran cocinero--entre otras habilidades--publica sus recetas en SergiocanCook en Facebook, con descripciones creativas y fotos de calidad.
Estuvo de visita para las festividades de Diciembre y el 27 decidió--así, enérgicamente y de la nada--que estaba en animus asadendis. Y un asado especial era el que quería, uno con alas de pollo, costillas de cerdo lechón, chorizos especiales, unos con cebollín verde y otros con jalapeños.
Compramos las alas, las costillas y los chorizos en un lugar tradicional--todo fresco, nada de productos de supermercado--donde hay que hacer fila en el sector de las carnes por tanto cliente como tienen.
Sergio Hernán adobó las alas con especial devoción: Las 4 libras/2 kilos de alas se marinaron en el jugo de 8 limones generosos, 10 onzas/280g de mostaza café con especias (Spicy Brown Mustard, básica) que hace del marinado una salsa cremosa, 1 cucharada de sal y una de pimienta blanca, una cucharada de ajo en polvo, 2 cucharadas de perejil seco, y dos cucharadas de Maple Syrup (sirope de verdad, no uno de esos sustitutos azucarados con melaza). Y todo se dejó descansar una hora.
Sacó las alas del marinado maravilloso y lo puso al fuego en una
ollita para reducirlo y bañar las alitas con el sabroso resultado.
Todo esto a la tarde, ya sin luz en Ohio, con un frío de 3C/37F, pero con cielo claro, sin una nube, con paz y con el calor y la luz de un fuego de madera en la chimenea portátil.
El resultado del largo proceso es simplemente espectacular, por la calidad de esas alas a la parrilla preparadas con interés y muchas ganas.
Más tarde, en la noche, antes de quedarme dormido, me di cuenta de que era el 27 de diciembre, el día de cumpleaños de mi padre y que Sergio Hernán, el nieto que tiene tanto de él, nos había celebrado, sin saberlo--pero llamado a hacerlo--el cumpleaños de Sergio Felipe. Fue una pura coincidencia y aninguno se nos ocurrió pensar que las espontáneas ganas que Sergio Hernán tuvo de preparar un asado especial esa tarde quizás las dictara una comunicación que sólo él recibe de Sergio Felipe sin saber cómo ni por qué, para el agrado de todos.
Con esto es suficiente. El resto de las recetas es para otro cuento.
©Hernan L. Fuenzalida-Puelma, 28 diciembre 2016.
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