Sunday, April 2, 2017

Estofado de San Francisco

Mi abuela no era buena cocinera--comenta Rebecca Bowman--ni cocinera cuidadosa, pero al imaginarla viene a la mente un recuerdo desagradable. Tiene que ver con un platillo que ella llamaba St. Francis Stew y que consistía en combinar todos los restos de verduras--pimiento morrón, calabaza, papa, tomate, cebolla--que se encontraban en su refrigerador y que o iban camino a la podredumbre o ya habían alcanzado ese destino. Ella limpiaba, cortaba, picaba todo en cubos, lo echaba en una olla, lo dejaba cocer largamente, y listo, tenia St. Francis Stew



A veces venia del súper con una bolsa llena de vegetales que había rescatado justo antes de que los fueran a echar a la basura y con eso hacía su mescolanza. Otras veces, Bill, un señor a quien ella permitía ocupar una habitación en la parte de atrás de la casa, le regalaba verduras de ese tipo, y entonces el plato fuerte del día estaba decidido. 

Claro que el estofado, por ser hecho de vegetales en mal estado, por llevar una porción extra de pimiento morrón y cebolla, y por ser hecho por una señora a quien le tenían sin cuidado los pormenores de la cocina básica, sabía espantoso. Pero en aquel entonces todos teníamos la obligación de comer todo cuanto se nos ponía enfrente sin quejarnos, de limpiar platos sin chistar, y así lo hicimos.

Ahora bien, estábamos en época de los sesenta, un tiempo de relativa abundancia, y a mi papá no le gustaba que fuera tan económica su madre. Repelaba y repelaba que ella rescatara lo podrido e intentara cocinarlo, pero mi abuela había criado tres niños en la Gran Depresión. Vivió por años, incluso, en una choza en el desierto del Mojave mientras su esposo trabajaba una mina que no dio plata hasta después de que él vendiera su porción al socio a insistencia de ella por lo mucho que estaban sufriendo sus hijos. 

No, ella era incapaz de tirar una zanahoria marchitada o una espinaca lamosa. Todo servía, y el hervir por varias horas una materia la hacía pura y comestible. Así que a veces aún después de ir a misa antes de visitar a mi abuela nuestros domingos llevaban la penitencia adicional del dichoso St. Francis Stew.


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