Monday, December 19, 2016

Los Blitz Kuchen de la abuela





Blitz Kuchen 
Rebecca Bowman 

Al recordar a mi abuela pienso en su figura en el jardín, entre una abundancia de matas y flores atravesada por senderos herbosos, con las manos llenas de tierra junto a una estatua de San Francisco de Asís. Pienso en ella al sol, al aire, libre del quehacer. O la veo sentada frente al piano tocando Turkey in the Straw, o la veo caminando por las calles empinadas de Hollywood en un abrigo de armiño artificial color café. Aunque me acuerdo muy bien de la cocina de su casa
--con sus lozas color verde oscuro y color crema dispuestas en forma de un tablero de ajedrez, con el refrigerador antiquísimo blanco y pequeño, con la mesa de roble cubierta con una tela de plástico y el fregadero con la cortina debajo para esconder los botes de productos de limpieza, además de un bebedero de Sparkletts que hacia gluglú cuando uno se servía agua--me acuerdo de ella como un espacio poco frecuentado, un lugar lleno de sol y vacío de obligación. 

Mi abuela evitaba cocinar; tal vez por eso no tenía buena manoY sin embargo, entre los recuerdos que tengo de ella y que surgen sobre todo en estas fechas decembrinas está el del batidero que hacía de su cocina mi abuela cuando preparaba sus galletas de Navidad, las Blitz Kuchen, unas galletas alemanas basadas en una receta familiar. 

Hay que entender que la receta original, la que usaba ella, se calculó para hornear cantidades desproporcionadas, centenares de galletas, y que mi abuela era una mujer que no creía en la moderación. No usaba la taza de medir ni los otros utensilios de precisión que se emplean en la cocina. No, agarraba la harina de un costal por puños y la echaba en una fuente enorme, batía todo con sus manos, sus antebrazos, su pecho agitado, toda la fuerza de su cuerpo detrás. Oíamos sus pujidos. La harina flotaba en el aire y descendía sobre toda superficie plana.   

Estas galletas eran básicamente una masa para pay que había que extender con un rodillo pesado hasta que quedara delgadísima. Luego se untaba la masa con yema de huevo batida y después se le esparcía azúcar con canela y nuez picada. Seguidamente la masa extendida, pintada y azucarada se cortaba en rectángulos y estos rectángulos se ponían en unas hojas de hornear. Las galletas se horneaban en un dos por tres, por eso el blitz de su nombre. Con seis minutos ya estaban doraditas, pero había que quitarlas inmediatamente de la hoja o se pegaban. Y si la masa era demasiado delgada, se quemaban horriblemente. 

Así que aún hoy, al revisar mi recetario, cuando al voltear una página cae de repente la hoja de papel de cuaderno en donde tengo apuntada la receta de mi abuela, dudo entre si elijo esta receta de Blitz Kuchen para mi repertorio navideño o si la dejo pasar. 

La preparación de estas galletas ensucia toda la cocina y su éxito es precario, pero las galletas me encantan porque el poner una en la boca me trae de nuevo toda la alegría de mi infancia y el recuerdo de mi abuela empolvada, con harina en sus brazos, su vestido, su cabello, untando con la palma de su mano la masa extendida con yema de huevo que salpicaba por todas partes, esparciendo azúcar con canela entre sus dedos, tirando alegremente pedacitos de nuez por doquier. Realza la certeza que tengo de su bondad. 


La verdad es que mi abuela por muchos años que tuviera no dejaba de ser una niña, juguetona, generosa, enamorada de la vida y de mucho corazón. 


Blitz Kuchen 

4 tazas de harina 
3 cucharaditas de Royal 
2 claras de huevo bien batidas 
7/8 de una taza de azúcar 
7/8 de una taza de agua helada 
1 ¼ libras de mantequilla 

2 yemas de huevo y una cucharada de agua 

azúcar con canela 
nuez picada 

Amasar los ingredientes de la masa y extender sobre papel aluminio. Untar con yema de huevo batida con un poco de agua.  Esparcir azúcar con canela y nuez picada sobre la superficie. Cortar y hornear a 400 grados F.  por de 6 a 10 minutos.  Puede que se necesite más harina y yema. 




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