No son solo los chicos los que anticipan la acumulación de dulces, chocolates y confituras el último día de octubre. Ecos de dulzura se acumulan por igual en la mirada de adolescentes y adultos en los días intermediarios entre verano e invierno.
Si bien aún no arriba la costumbre de degustar bebidas calientes al amor de la lumbre, y si todavía la preocupación social no alcanza a determinar el destino de un pobre pavo, víctima propiciatoria de banquetes familiares, es la noche anterior a Todos los Santos el preludio a toda una estación de excesos azucarados y primacía del sabor a calabaza, como anuncian sempiternamente los cafés al proclamarse dueños de lattes especiados con canela, clavo y cardamomo.
Si bien aún no arriba la costumbre de degustar bebidas calientes al amor de la lumbre, y si todavía la preocupación social no alcanza a determinar el destino de un pobre pavo, víctima propiciatoria de banquetes familiares, es la noche anterior a Todos los Santos el preludio a toda una estación de excesos azucarados y primacía del sabor a calabaza, como anuncian sempiternamente los cafés al proclamarse dueños de lattes especiados con canela, clavo y cardamomo.
Y apenas arriban en el desierto los fríos amaneceres de noviembre, se torna denso el ambiente con una extravagancia de tentaciones culinarias, que podrían afectar las papilas gustativas de más de un cuerpo acostumbrado a la moderación dietética en aras de la salud.
Los rellenos del ave sacrificada se multiplican, desde las migas del pan de maíz hasta las ostras elegantes y las salchichas ordinarias: todo sea a favor del paladar que anticipa regodearse con regalos gastronómicos.
Comienzan a desfilar las recetas innovadoras y los ingredientes tradicionales, desde la mermelada de arándanos con cascaritas de naranja al pudín de calabaza con salsa de mantequilla y whiski borbón.
Ni qué decir de las expectativas contenidas en un pastel de manzanas con nueces garapiñadas, en un trago de licor mezclado con crema de coco y canela, en una salsa oscura que cubrirá las acostumbradas papas majadas en un puré de fantasía.
Y después, queda el remordimiento de haber ingerido demasiadas calorías, carbohidratos en desorden, bebidas realmente embriagadoras, y hasta café con cremas inusitadas de sabor a avellana
Lucio Licinio Lúculo celebraba opíparas cenas casi a diario en alguno de los doce comedores de que disponía en su mansión. Y ahora nosotros le imitaremos con el disfrute sensorial de los manjares de nuestras fiestas navideñas, con la esperanza de no pasar a la historia como glotones, sino como ciudadanos conocedores de los verdaderos goces vitales: los placeres de la buena mesa, si bien exacerbados por la estación del año en que el fuego de la chimenea nos convoca a la reunión y a las celebraciones…y ¿por qué no? a la extravagancia de azúcares y aceites.
¡Felices Fiestas!
Receta para una de tantas bebidas deliciosas para la estación, el
Receta para una de tantas bebidas deliciosas para la estación, el
COQUITO PUERTORRIQUEÑO,
Ingredientes: 2 tazas de leche de coco, 1 (8.5 oz) lata de crema de coco, 1 (12 oz) lata de leche evaporada, 1 (14 oz) lata de leche condensada, 1 cucharada de vainilla, 2 ramitas de canela, Ron blanco al gusto (o 2 tazas). Mezclar los ingredientes líquidos en la licuadora. Añadir las ramitas de canela y dividir en botellas o en jarras de cristal con tapa. Ponerlo a enfriar en la nevera por más de 2 horas. Se sirve bien frío. Se lo puede espolvorear con un poco de canela o chocolate rallado.
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