Festivo era siempre en casa el almuerzo que las incluía como primer plato.

Ese hilo de queso, que no había de romperse, le añadía al acto de comer un carácter lúdico, de competencia: triunfaba el que se iba comiendo de a poco el queso más extendido sin que se cortara.
De dos o tres mordiscos la empanada estaba devorada. El queso derretido, combinado con la masa frita llenaban la boca de sabor y textura deliciosos.
Dos, tres, cuatro empanadas no bastaban para satisfacer el goloso deseo y prolongar el encanto del truco mágico del queso extendido hasta donde alcanzaba el brazo. El aroma persistía en el comedor incluso cuando el azafate vacío ya no volvía de la cocina con más empanadas recién fritas.
El plato siguiente, fuera lo que fuera, resultaba--no hace falta decirlo--insípido y desdeñable.
La receta para estas empanadas,que se fríen en aceite bien caliente, consiste básicamente en la masa y el queso (el que se prefiera) con que se arman las empanadas teniendo cuidado de que al cerrarlas no les quede aire adentro.
Los ingredientes para la masa son:
4 tazas de harina
4 cucharadas (soperas) de manteca derretida
1 cucharadita de polvos de hornear
1 taza de salmuera caliente
En un bol se mezcla la harina con el polvo de hornear y se les echa la manteca caliente a punto de hervir y la salmuera, también caliente. Se amasa bien y antes de que se enfríe la masa se la estira con el uslero (rodillo de amasar) y se corta en los círculos con que se forman las empanadas rellenas de un trozo de queso.
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