Acabo de comer como un niño. Me preparé lentamente, con la parsimonia de la nostalgia, una pizza que hubiera querido fuese como la primera, la que comí a una edad al borde de dejar la infancia.
¿No es la pisa, acaso, un gusto infantil, satisfaciente?
Su valor nostálgico se remonta para mí a los años del colegio, cuando la comí por primera vez en casa de un amigo de padres italianos. Una estupenda pizza casera que desde entonces se volvió memoria de lo entrañable de la comida propia, con la que se crece. La comida de la niñez.
No es la pizza de hoy, preparada de memoria, la misma pizza de entonces; pero la rememora y comerla recrea esa edad y esa amistad que duró con los años cuanto los años le permitieron que durara.
Desde este hoy tan lejano recuerdo, al preparar y consumir mi pizza casera, al amigo y su pizza familiar, delicia infantil que se vuelve a gozar en la nostalgia.
Las recetas de pizza son innumerables. Opto por la más simple. Para la masa dependo de una cajita de harina preparada, la de Jiffy, por ejemplo. En cuanto a los demás ingredientes me inclino por las anchoas y las aceitunas. La salsa de tomate y el queso los prefiero en mínimas cantidades.
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